Aprender la importancia del fracaso es la nueva asignatura que se enseña en las universidades

Harvard, Stanford, Columbia y Princeton son algunas de las casas de estudio que incluyen cursos, talleres e investigaciones sobre el error y su rol clave en la educación. En Chile también hay preocupación sobre el tema.

El fracaso es un tema exitoso. Así al menos lo han comprobado diversas universidades extranjeras que dedican talleres, investigaciones y charlas a abordar un mismo asunto: cómo el error ayuda a aprender mejor.

Las universidades de Harvard, Stanford, Princeton y el Smith College son algunas de las que llevan la delantera en el tema. La última en sumarse a la tendencia fue la U. de Columbia, que a fines de abril inauguró el Centro para la Persistencia en Educación y la Innovación, dedicado a analizar el valor educacional del fracaso.

La investigadora Xiadong Lin-Siegler, a cargo del centro, sabe a qué se enfrenta: uno de sus primeros estudios fue rechazado por cinco revistas académicas. Pero no se dio por vencida y terminó convertida en profesora de una de las universidades más prestigiosas del mundo.

Lin-Siegler es autora del estudio “Hasta Einstein tuvo que esforzarse”, en el que vio que los escolares, que desconocían las dificultades que tuvieron grandes científicos en sus carreras, pensaban que esos logros solo se debían a un talento innato. Entrevistada por The Atlantic, declaró que su principal meta era ayudar a los alumnos a darse cuenta de que fallar es parte de un proceso normal de aprendizaje.

“La misión del ‘Proyecto Éxito-Fracaso‘ es crear oportunidades para el debate, la reflexión, la comprensión y el compromiso creativo con respecto a los problemas del éxito y el fracaso”, se lee en la página de Harvard.

Dentro de sus propuestas hay historias de ex alumnos que reflexionan sobre el fracaso. Además comparten noticias, por ejemplo la del “Museo del Fracaso” (Suecia) que exhibe productos que no funcionaron, como la Crystal Pepsi.

Stanford, por su parte, cuenta con el “Proyecto Resiliencia“, en el que potencian el compartir historias, hacen charlas y entregan herramientas para afrontar el error. “Nuestro objetivo es ayudar a cambiar la percepción del fracaso como algo que debe evitarse a toda costa a algo que tenga significado, propósito y valor”, aseguran.

“Lo eché a perder”

“Creo que mi primer gran fracaso fue obtener una D en Comunicaciones 1, en primer año en Stanford. Pensé que si había fallado en esa clase, entonces claramente no era buena para nada. Fue difícil (…), hasta que pedí ayuda para hacer las tareas, para organizar mi tiempo… Esa nota D me mostró que no estaba bien preparada desde el colegio para hacer el trabajo que necesitaba, pero también pude diferenciar entre no estar bien preparada y mi capacidad intelectual”, dice Julie Lythcott-Haims, de la generación del 89, en un video del sitio web.

“Stanford, lo eché a perder”, es el nombre de otra actividad que realiza la universidad cada año. En esta temporada, diversos alumnos se subieron a un escenario para hablar de sus mayores fracasos. Abby Belani, por ejemplo, comenzó su monólogo leyendo la carta en la que le comunicaban que no había sido aceptada en la Escuela de Medicina. “Nadie nunca te dice cómo es leer el rechazo. Nadie te prepara para ese momento”. Sin embargo, Belani termina su discurso diciendo que el fracaso le sirvió para evaluar nuevas alternativas. “Estimada oficina de admisión, lamento informarles que no postularé el próximo año a un cupo en la Escuela de Medicina. La gran cantidad de oportunidades con las que tengo privilegio de contar quieren decir que hay muchos otros caminos que puedo tomar”.

Gratificación inmediata

No dejes que el fracaso te bote” es el lema de una campaña que lleva a cabo el “Proyecto Perspectiva de Princeton”. A través de charlas en distintos campus y de apoyo de expertos, la universidad intenta que sus alumnos no se rindan. “Apesta ser rechazado o fallar en algo. Pero nos sucede a todos, y es importante darse cuenta de que estas experiencias son una parte inevitable de la experiencia de Princeton y que pueden volverte más fuerte a largo plazo”, dice el sitio web.

“Fallar bien”, por su parte, es el nombre del programa del Smith College. Una de sus profesoras, Rachel Simmons, asegura que es clave que los alumnos dimensionen el fracaso. “¿Qué es lo peor que puede pasar si fallo? ¿Puedo lidiar con eso? … Aprender a fallar es un músculo que se ejercita. Es necesario equivocarse muchas veces (…) Nadie puede tener éxito si no se equivoca”, dijo en el programa Good Morning America.

Y agregó: “Los alumnos piensan que tienen que hacer todo perfecto o de lo contrario van a tener una vida mala. Tienen mucho miedo”. Según explicó en el mismo programa, para los jóvenes actuales el fracaso es un tema delicado, en parte motivado por las redes sociales que les hacen creer que para el resto todo es perfecto.

Con ella coincide Doris Riquelme, de la Unidad de Psicología de la Dirección de Bienestar Estudiantil de la U. de Chile: “Las nuevas generaciones están acostumbradas a la inmediatez y a la gratificación inmediata, por ello es altamente probable que se frustren. Y mi impresión es que eso les puede ocurrir más que a generaciones anteriores”.

A esto se suma, dice, la crianza que han tenido. “Papás altamente gratificadores, que evitan a toda costa la frustración de los hijos. El problema es que ante la satisfacción de sus necesidades de forma muy inmediata los vamos atrofiando en tener experiencias que fortalecen”.

Vivir momentos de fracaso o frustración, explica, implica aprender a controlar los impulsos y a tener “más conocimiento de los sentimientos, distinguir lo que deseamos de lo que necesitamos”.

En las distintas facultades, la Unidad de Psicología ha detectado la importancia de desarrollar temáticas sobre control de ansiedad y tolerancia a la frustración.

Para participar en los talleres grupales o en las reuniones personales, los alumnos se inscriben de forma voluntaria. “Hemos observado que en general nuestros alumnos tienen una trayectoria académica destacada en su educación básica y media, pero en el primer año de universidad ocurre probablemente su primer fracaso académico, y eso genera dificultades a nivel emocional que van repercutiendo en su rendimiento”. Y agrega: “Tienen que entender que el fracaso no es parte de su identidad, es un estado”.

En la U. Católica también trabajan el tema en los talleres optativos y en las mallas de estudio de algunas carreras, siempre a través del Centro de Apoyo al Rendimiento Académico y Exploración Vocacional (CARA). “La base es que cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Por eso, todos los talleres del CARA tratan de forma transversal el tema de saber superar la frustración”, dice María José Anais, jefa del CARA.

Aprender a enfrentar las presentaciones orales o saber distinguir por qué se obtienen malas notas (si es un error en la forma de estudiar, en la atención que se presta en clases o en la forma de expresarlo en la prueba) son algunas de sus temáticas. “Equivocarse es parte del proceso y saber dónde me equivoco es clave para no quedarme en eso”, dice Anais.

“Cuando los alumnos reciben una prueba es importante que la miren, no que se queden con la nota. ¿Qué creyeron que sabían y no sabían tan bien? ¿Qué preguntas los pilló por sorpresa? Todo eso es información importante”, agrega.

Fuente: El Mercurio, 20/05/2018.

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