Hace más de un año, a muchos de nosotros la pandemia nos encerró en la casa y a otros los obligó a quedarse en sus puestos de trabajo en jornadas agobiantes. En el caso de la educación, con los recursos educativos que estaban al alcance, otros que se prepararon sobre la marcha, sumado a las tecnologías disponibles, a un reacomodo del currículum y al esfuerzo de estudiantes, padres y docentes se ha hecho lo posible por acercarse a la anhelada normalidad.
Pero, como lo demuestra el llamado “terremoto educativo”, el esfuerzo no ha sido ni por lejos, suficiente. Se requiere de medidas adicionales, pero sobre todo, de metodologías diferentes y audaces. Una de ellas es abrir un espacio generoso al microaprendizaje.
Duolingo es una aplicación móvil que te enseña idiomas con lecciones breves, se ajusta a tu voz y acento, estableciendo metas diarias manejables. Te da ejemplos, es reiterativo y te estimula a ponerte a prueba; todo ello te ayuda a retener mejor el idioma que estás aprendiendo. Un típico ejemplo de microaprendizaje.
La BBC también optó por el microaprendizaje para mitigar la crisis de educación inducida por el coronavirus en Gran Bretaña, con su iniciativa Bitesize Daily (algo así como Bocado Diario).
En relación a otras iniciativas de educación online, el microaprendizaje ha tenido mejores tasas de finalización y, en general, mayores logros en términos de resultados de aprendizaje. También ha facilitado la enseñanza entre pares, ha aumentado el interés en herramientas como el aprendizaje basado en dispositivos móviles, las clases en línea, las simulaciones y la gamificación.
Una vez que la mente se sintoniza para consumir información en esas modalidades, el alumno automáticamente comienza a retener más información y a desarrollar nuevas habilidades.
Mantener la atención de los estudiantes siempre ha sido un trabajo difícil. La duración promedio de un módulo de microaprendizaje es de 5 a 15 minutos. Ello hace que invertir en atención valga la pena.
Dividir y organizar los recursos educativos en módulos más pequeños también es fácil para los docentes y los desarrolladores. La tecnología disponible hace que los viejos y monótonos libros electrónicos en PDF puedan transformarse rápidamente en recursos mucho más interactivos e inmersivos, gracias a la fácil integración de elementos multimedia.
Al diseñar un curso, todo se reduce a identificar los elementos que deben incluirse y dejar fuera lo que es prescindible, para evitar la sobrecarga cognitiva. Seleccionar aquellos temas que los alumnos inexorablemente deben conocer para progresar, los errores frecuentes que cometen los alumnos y los temas que deben dividirse en partes más pequeñas.
Facebook, Instagram, Snapchat y Twitter posibilitan utilizar videoclips, encuestas, imágenes y similares, elementos ideales para que los docentes envíen fragmentos interactivos como recursos para el microaprendizaje.
En el contexto del microaprendizaje, los objetivos de aprendizaje, el robustecimiento de habilidades y la adquisición de actitudes, se desarrollan progresivamente, con un aumento gradual del nivel de dificultad. Los aprendizajes alcanzados durante una clase se aplican en la siguiente, que también tendrá un alcance más profundo.
La retroalimentación instantánea que provee la tecnología, ayuda a retener lo aprendido durante más tiempo y estimula el interés de los alumnos, pues les ayuda a tener una idea clara de dónde se encuentran exactamente en la búsqueda de su objetivo académico.
Además, el refuerzo constante promueve el fortalecimiento de los conceptos y los errores que cometen en el proceso de aprendizaje no quedan cimentados en su memoria.
Parafraseando una cita mal atribuida a Einstein, pero no por eso menos cierta, para lograr resultados diferentes debemos intentar otras maneras: el país no se puede permitir otro terremoto.
Roberto Hojman
Doctor en Física de la Universidad de Trieste y Director de Desarrollo de Alianza PDV.
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