Estos dos últimos años hemos sido testigos de dos generaciones de jóvenes egresados de enseñanza media, cuyo objetivo era ingresar a la universidad, que han afrontado más contingencias que las anteriores. La generación de 2019 se encontró con dos contingencias que le dificultaron la vida: la protesta social, incluyendo el boicot a la PSU y la pandemia. Muchos postulantes debieron rendir este examen de selección en medio de amenazas y ruidos. En algunos casos tuvieron que esperar una nueva ocasión, ya que los manifestantes no los dejaron ingresar a los lugares de rendición de la prueba.
La generación de 2020, por su parte, tuvo un último año de enseñanza media totalmente irregular debido a la pandemia. Las clases presenciales, si es que las hubo, fueron escasas. La mayoría recibió sus lecciones por streaming, sufriendo las frecuentes fallas técnicas de un sistema recargado y, además, esperando el natural tiempo de adecuación de sus profesores a una forma totalmente inédita para ellos. Por otra parte, el DEMRE anunció una nueva prueba, la PDT, una prueba de transición hacia un sistema más equitativo. Esta nueva prueba trajo un nuevo factor de estrés a esta sufrida generación. Las protestas contra las pruebas de selección fueron bastante menores y el proceso fue tranquilo. Por razones de seguridad sanitaria, se rindió en dos ocasiones, en una sola semana, y se han entregado soluciones para aquellos postulantes que estaban contagiados de Covid en las fechas programadas.
La generación que ingresó a la universidad el año pasado ha tenido casi exclusivamente clases remotas. Muchos de ellos no han pisado jamás el campus universitario y sus compañeros son sólo imágenes en una pantalla. Hay contadas excepciones, que lograron atender presencialmente a grupos pequeños, debido al aforo. La actual generación tendrá una experiencia similar hasta que la vacuna permita otras condiciones de convivencia.
Creo necesario reconocer el esfuerzo de ambas generaciones. Las adversidades pueden hundirnos o hacernos más fuertes. Estoy convencido que ambas están fortalecidas.
También es necesario recordar algunas cosas importantes. En primer lugar, las pruebas de selección tienen, como su nombre lo indica, la función de elegir entre los postulantes a quienes tienen más aptitudes académicas para estudios superiores. Las pruebas de selección se pueden perfeccionar para que reflejen en forma más atenuada las diferencias socioeconómicas y culturales, pero no pueden olvidar su función de selección. Pensar en el ingreso universal no tiene sentido, porque es inviable económicamente y la selección se produciría de igual forma, ahora dentro de la universidad a un costo mayor en tiempo y dinero. Las diferencias que reflejan las pruebas de selección deben superarse en otro momento y lugar, es decir, son un problema del sistema educacional desde la prebásica, sin considerar el enorme influjo de las familias en la formación de sus hijos.
Por otra parte, resulta paradójico pedir más equidad impidiendo el derecho a otros a rendir con tranquilidad las pruebas de selección. Es un atropello deliberado a la libertad de otros jóvenes. Debería ser motivo de reflexión cómo expresar las opiniones sin pasar a llevar a nadie.
¡Éxito a los jóvenes de ambas generaciones! Sin duda lo tendrán, porque han afrontado y superado muchos más problemas que las anteriores.
Alonso Morgado Alcayaga
Director General
Preuniversitario Pedro de Valdivia.
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