Como lo expresa el historiador y escritor Yuval Harari en una entrevista en el South China Morning Post, …cuando comenzó la epidemia de coronavirus, los científicos tardaron solo dos semanas en identificar el nuevo virus, secuenciar su genoma y desarrollar una prueba confiable para identificar a las personas infectadas… Lo que estamos viendo … no es un desastre natural inevitable. Es un fracaso humano.
El problema no pasaría de ser un mal rato para la sociedad si los ciudadanos exigieran de sus autoridades que los sistemas requeridos para acometer un desafío como el que se inició a fines del año pasado se activaran oportunamente y estuvieran a la altura de las circunstancias.
Ciudadanos que sean capaces de leer críticamente una noticia, de contrastar opiniones, de analizar la historia reciente y remota, de entender el significado de un gráfico, de experimentar los beneficios del trabajo colaborativo, de percibir el alcance – no solo ético – del altruismo y de hacer uso pertinente de la ciencia y la tecnología disponibles.
Doce mil horas de educación pareciera que no bastaran para ello. Porque las prácticas y los contenidos en la sala de clases siguen invariables. La formación inicial de los docentes no difiere demasiado de la manera como se hacía hace 100 años: a pesar de que cambiaron fuertemente los “clientes” y el entorno, el producto y la entrega apenas han sufrido modificaciones.
Como señalan las investigaciones conducidas por Andreas Schleicher, Director de Educación de la OCDE, los jóvenes se aburren en clases porque no saben para qué les sirve lo que les enseñan. Los estamos preparando para un mundo que no existe.
No podemos seguir corriendo riesgos. La juventud actual solo tendrá éxito resolviendo las próximas pandemias y tantos otros conflictos (hoy inimaginables) que inexorablemente aparecerán, en la medida que adquieran ya mismo las habilidades apropiadas para ello: pensar críticamente, abordar creativamente los desafíos que acometen, trabajar colaborativamente con sus pares y comunicar sus ideas y puntos de vista de manera responsable y coherente.
Si somos afortunados, puede sonar paradojal, esta no va a ser la última pandemia. Hay que considerarla como una alarma temprana. Más nos vale entender en qué fallamos, aun antes de conocer su impacto. De lo contrario, si nuestras habilidades son insuficientes para los nuevos desafíos o son superadas por la perfección, la rapidez y la infalibilidad de una máquina o un robot, estamos perdidos.
Roberto Hojman
Doctor en Física
Director de Desarrollo
Preuniversitario Pedro de Valdivia
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